jueves, 21 de mayo de 2015

ÚLTIMO MICRORRELATO.

"Dos cosas malas no pueden ser una buena", dijo en voz alta. "Nunca debí robar esa joya para quien pagó tan escasamente mi cariño", pensó en lo más profundo de su ser. Pero algo le alejó de estos pensamientos. Se dirigió a un pequeño baúl a los pies de la deshecha y oxidada cama, se arrodilló y sacó un revólver de calibre 22, se lo acercó titubeando y colocó el frío cañón en la sien.   El disparo sonó entre las raídas paredes. Y allí permaneció, en un rincón de la cama, como dormido, pálido, helado, inmóvil, envuelto en un charco de sangre.

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